Sobre la Cátedra
La Cátedra de Educación y Tecnologías Emergentes, Gamificación e Inteligencia Artificial (EduEmer) de la Universidad Pablo de Olavide en colaboración con European Open Business School S.L tiene como objetivo promover el desarrollo sostenible del conocimiento, la formación y la transferencia a la sociedad en los ámbitos de la educación en contextos tecnológicos emergentes. Asimismo, planificará y ejecutará acciones innovadoras relacionadas con la educación y las tecnologías emergentes, así como actividades de investigación, formativas y de transferencia.
Director de la Cátedra
Fundamentación
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) para dar continuidad a la agenda de desarrollo tras los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) lanza un llamamiento global: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030) (ODS). De los 17 objetivos y 169 metas propuestos, además de los nuevos retos sobre el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el consumo sostenible, la paz y la justicia, sigue considerándose como prioridad la educación. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida y para todos (Objetivo 4 de los ODS), se planea como un reto de gran impacto social y con una clara perspectiva humanísticas y moral, en el que todos debemos estar implicados (De la Rosa y Carrascal, 2020).
La educación es un derecho que debemos proteger siempre, aún en las circunstancias más duras y especialmente en ellas. En situaciones de emergencia, la educación ofrece protección y reduce las repercusiones psicosociales de una crisis al ofrecer un sentimiento de normalidad, estabilidad, estructura y esperanza, proporcionando además elementos esenciales para la estabilidad económica en el futuro (UNICEF, 2020). En este sentido, vivimos en una sociedad en la que las interacciones cotidianas se ven cada vez con mayor frecuencia condicionadas por las tecnologías, en la que el aprendizaje se concibe como una co-creación del conocimiento en comunidades potenciadas por la tecnología (Kali, Baram-Tsabari & Schejter, 2019), es decir, convivimos una era de inmensos avances tecnológicos, que afectan a todos los aspectos de nuestras vidas, y especialmente lo que sabemos y cómo aprendemos. En consecuencia, el imperativo tecnológico en educación se relaciona con una evolución y digitalización general de la sociedad y con la necesidad de nuevas competencias (Engen, 2019). Es decir, las tecnología han revolucionado los procesos de trabajo, comunicación y formación (Vázquez-Cano, León-Urrutia, Parra-González y López-Meneses, 2020).
Gracias a ella, han acontecido grandes cambios en todos los sectores de la sociedad actual, pero, especialmente en el ámbito educativo (Campos, Ramos & Moreno, 2020). En consecuencia, las políticas educativas y las tendencias didácticas y pedagógicas han aumentado el uso de la tecnología en el aula y fuera de ella, como mecanismo de apoyo para la enseñanza y el aprendizaje (Vázquez-Cano, Gómez-Galán, Infante-Moro & López-Meneses, 2020).
La sociedad actual adjetivada desde el paradigma de la información y la comunicación hace que los seres humanos de las sociedades con niveles económicos medio-altos convivamos e interactuemos en un mundo digital y casi virtual (López-Meneses et al, 2021). En tal sentido, nuestras vidas son digitalizadas y digitales (López-Gil & Bernal-Bravo, 2019) lo que requiere de una ciudadanía formada adecuadamente para poder afrontar los retos y novedades que han surgido. Al mismo tiempo, las TIC se han constituido en recursos que han demandado a los ciudadanos la generación de nuevos tipos de aprendizajes y nuevas formas de aprender, necesarios tanto para participar activamente dentro de los diversos contextos de interacción que se han ido generando, como para dar respuesta a las demandas laborales y de productividad que van surgiendo hoy en día dentro de la sociedad (Panagiotis, Adamantios, Efthymios & Admos, 2011; López-Meneses, Sirignano, Vázquez-Cano & Ramírez-Hurtado, 2020; Vázquez-Cano, Gómez-Galán, Infante-Moro & López-Meneses, 2020).
A su vez, la UNESCO (2015), en el marco de acción para la educación del 2030, destaca el potencial de las tecnologías digitales y la relevancia en la formación en competencias tecnológicas para el acceso al mercado laboral. De igual manera, aunque es indudable que la tecnología tiene constante presencia en nuestras vidas, pero, en tiempos de crisis sanitaria, actualmente se han convertido en elementos cruciales e imprescindibles para el tejido social, educativo y económico de los países de todo el mundo. De igual manera, se evidencia la gran relevancia de las tecnologías inmersivas en procesos desde diferentes instancias internacionales, como los informes Horizon Report (2015, 2016); Pelletier et al. (2021), los cuales, señalan que durante los últimos años sería patente la incorporación de tecnologías emergentes en los ecosistemas educativos, o el Reporte EduTrend, del Observatorio del Tecnológico de Monterrey (2015, 2016, 2017), que enfatiza su impacto en el sistema educativo.
Por consiguiente, en el siglo XXI es el siglo de la información donde el aprendizaje individual se desarrolla con de tecnologías dinámicas, interactivas y participativas que invitan a una experiencia estimulante y socialmente positiva, pero al mismo tiempo se conviertan en un constructo que permita al estudiantado aprender haciendo, a la vez que comparte sus experiencias de conocimiento con otros que, frecuentemente, se encuentran al otro lado de ese espacio virtual (Cabero, Vázquez-Cano & López-Meneses, 2018; Tafazoli, Huertas-Abril & Gómez-Parra, 2019, López-Belmonte, Pozo-Sánchez, Vázquez-Cano & López-Meneses, 2020).
Asimismo, en tiempos de pandemia es necesario promocionar y dinamizar recursos tecno-educativos de emergencia para el desarrollo óptimo de ecologías didácticas interactivas, puesto que, aunque obligados por la situación de emergencia sociosanitaria que nos ha empujado a la virtualidad, todos los especialistas apuntan que es necesario un desarrollo sostenible competencial de las personas para el desarrollo laboral y el crecimiento sostenible de la ciudadanía global y generar sinergias y experiencias colaborativas (Burgos-Videla, Vázquez-Cano, López-Meneses & Adaos-Orrego (2021) y ofrever una oportunidad para ejecutar esfuerzos conjuntos basados en la racionalidad, la solidaridad y el humanismo, que contribuyan a mitigar las consecuencias de la COVID-19 y a preparar un mejor escenario pospandémico (Jiménez-Sánchez, 2020).
En consecuencia, las sociedades modernas demandan un cambio de enfoque curricular que exige del ciudadano y la ciudadana ciertas habilidades y capacidades para desenvolverse en un mundo laboral complejo, tecnológico, competitivo y permanentemente cambiante (Rodríguez-Sánchez y Revilla-Rodríguez, 2016). Es decir, nos encontramos frente a un cambio paradigmático respecto al proceso de formación de profesionales (López-Meneses y Vázquez-Cano, 2013; Vázquez-Cano, 2015; López-Meneses, 2020).